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Collaboraciones
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UNA SONRISA, UN ABRAZO (En memoria de Luis Riera Posada)
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Queremos agradecer vuestro apoyo, de tantas maneras manifestado: flores, lágrimas, mensajes, abrazos y trabajo -sí, trabajo, muchas personas se emplearon a fondo para que nuestro padre tuviera tan espléndida despedida- y queremos agradecerlo como él lo hubiera hecho:
con una sonrisa, un abrazo, y, a lo mejor, una broma.
Pero sois tantos, tantas y tantas personas las que, de una manera u otra, nos manifestasteis vuestro cariño y vuestra pena que tendrán que servir estas letras hasta que nos veamos y lloremos y riamos juntos otra vez.
Sí, reiremos porque nuestro padre, Luis Riera Posada, era el campeón de la sonrisa y de la palabra amable. No deja adversarios, sino compañeros y, sobre todo, amigos, muchos amigos de todo tipo y condición, amigos a los que no olvidó nunca, se acordaba de todo y de todos. Amigos que nos demostraron, demuestran y seguro que demostrarán su apoyo a lo largo de estos años.
Queremos compartir con todos la pena del amigo que se va y la alegría que sentimos, porque estamos seguros de que él estará alegre dondequiera que se encuentre. Así era su naturaleza.
Oviedo sigue "llorando" con su orbayu la ausencia del que fue uno de sus mayores enamorados, su vida siempre fue esta ciudad y sus gentes, por encima de todo. Nunca hizo distinciones sociales, religiosas o políticas; él creía firmemente en las personas y a ellas se dedicó con entusiasmo. Después de Oviedo, Asturias era su segunda pasión y disfrutó de sus pueblos y de sus villas, de su paisaje y de sus gentes.
Agradecemos profundamente todas las atenciones recibidas en su segunda casa, el Ayuntamiento de Oviedo. No podía haber tenido mejor lugar para su última despedida que la sala de plenos del Ayuntamiento. Gracias al Alcalde, gracias a todos los concejales y grupos políticos, gracias a la Policía Local y a todos los trabajadores municipales que colaboraron de forma desinteresada.
Agradecer también al Arzobispo y al cabildo la celebración de sus funerales en la Catedral, esa Catedral que con frecuencia visitaba, en la que se había casado y en la que había celebrado sus bodas de oro. El mejor broche para despedirse de su Oviedín del alma.
Por último, nos gustaría deciros que fue un padre y un abuelo maravilloso. Nos contagió su entusiasmo por la vida, nos enseñó a disfrutar de la familia, a amar la naturaleza y el deporte, y, sobre todo, nos enseñó a apreciar a las personas independientemente de sus ideas o circunstancias concretas.
Nos deja un legado de tolerancia, alegría y entusiasmo que os invitamos a compartir con nosotros y ojalá que cada vez que os acordéis de él aparezca una sonrisa en vuestros labios y en vuestro corazón. A él le gustaría.
Descanse en paz.
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Luis Riera Lavilla, hijo de Luis Riera Posada (03-04-2007)
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